sábado, 7 de agosto de 2010

Noche artificial

El piano comenzó a sonar. La luz se apagó. Suzanne se sintió entonces invisible, invencible y se puso a llorar de alegría. Era el oasis, la sala negra de la tarde, la noche de los solitarios, la noche artificial y democrática, la gran noche igualitaria del cine, más verdadera que la verdadera noche, más encantadora, más consoladora que todas las verdaderas noches, la noche elegida, abierta a todos, ofrecida a todos, más generosa, más dispensadora de buenas acciones que todas las instituciones de caridad y que todas las iglesias, la noche en la que se consuelan todas las vergüenzas, donde van a perderse todas las desesperanzas, y en la que se lava toda la juventud de la horrible mugre de la adolescencia.

Marguerite Duras

sábado, 24 de julio de 2010

Formas en el aire

Hay en el violín -si, no viendo el instrumento, no podemos relacionar lo que oímos con su imagen, que modifica su sonoridad- acentos que son tan comunes a ciertas voces de contralto, que tenemos la ilusión de que una cantante se ha unido al concierto. Elevamos los ojos, no vemos más que los estuches, preciosos como cajas chinas, pero, por momentos, nos engaña todavía la llamada decepcionante de la sirena; a veces también creemos oír un genio cautivo que se debate en el fondo de la docta caja, hechizada y temblorosa, como un diablo en una pila bautismal, a veces en fin, es, en el aire, como un ser sobrenatural y puro que pasa desplegando su mensaje invisible.

Como si los instrumentistas, estuvieran menos tocando la pequeña frase que ejecutando los ritos exigidos por ella para aparecer, y procedieran a los encantamientos necesarios para obtener y prolongar algunos instantes el prodigio de su evocación, Swann, que no podía verla como si hubiera pertenecido a un mundo ultravioleta, y que la degustaba como el refresco de una metamorfosis en la ceguera momentánea que le sacudía al acercarse a ella, Swann la sentía presente, como una diosa protectora y confidente de su amor, que para poder llegar hasta él entre la multitud y llevarle aparte para hablarle, se hubiera revestido del disfraz de esta apariencia sonora. Y mientras que pasaba, ligera, calmante y murmurada como un perfume, diciéndole lo que tenía que decirle y de lo que él escrutaba todas las palabras, lamentando verlas levantar el vuelo tan rápido, hacía involuntariamente con sus labios el movimiento de besar al pasar el cuerpo armonioso y fugitivo.

Marcel Proust

jueves, 15 de julio de 2010

Amistades

Por lo que me concierne, en efecto, entre todas las cosas que no dependen de mí, no hay ninguna que aprecie más que un vínculo de amistad establecido con hombres que aman sinceramente la verdad. Lo creo, en efecto: entre los objetos que no están en nuestro poder, no hay en el mundo otro al que podamos entregarnos con más tranquilidad que a la amistad de tales hombres; así como no podemos abandonar la verdad una vez que la hemos percibido, los hombres no pueden dejar de amarse unos a otros cuando la amistad que se profesan se funda sobre su común ardor por conocer la verdad. Una amistad de esta naturaleza, ¿no es además, entre todas las cosas que no dependen de nosotros, lo que hay de más elevado y más amable? Y la verdad, ¿no es lo que puede acercar las opiniones y unir estrechamente las almas? No diré nada más de las ventajas muy considerables que emanan, por no detenerme en una cuestión que ciertamente usted conoce tan bien y, si he creído que debía rozarla con una palabra en las líneas que preceden, es por señalar mejor hasta qué punto me sería dulce, también en el futuro, aprovechar cualquier ocasión para servirle a usted.


Baruj Spinoza

lunes, 12 de julio de 2010

Intenciones de Josefina


"Yo resido tanto con los muertos como con aquellos que no han nacido", escribió Paul Klee en su Diario, declaración que nos puede resultar un tanto enigmática. Las siguientes anotaciones pueden ser útiles para aclararla : "Lo actual merece nuestra amabilidad ; el hecho presente no debe ser privado de sus derechos", dice en otra parte. Y sin embargo : "Hay que medirlo todo según los procesos de la naturaleza y de su ley. Eso defiende contra el envejecimiento. Pues todo pasa y, en nuestros días, pasa rápido. No definamos el hecho presente como tal, definamos en el pasado y en el futuro ; precisemos ampliamente, en una perspectiva multilateral. Definir aisladamente el presente es matarlo." Y es que el arte, precisamente, es lo que resiste al presente, a lo que hay, a lo que vive hoy y que ambiciona ser todo y lo único, que se arroga la totalidad del derecho. Resistir a lo actual en el presente, en nombre de lo que ya no es y de lo que vendrá, en nombre del conjunto de lo olvidado y de lo que todavía no es posible imaginar, tal sería la tarea del arte según Klee.

Pero tal vez esta tarea asignada al arte por un artista que no nos precede demasiado en el tiempo nos resulte incluso demasiado lejana. Pocas cosas parecen hoy más seguras que el hecho de que el arte se encuentra en una relación de extrema minoría con respecto a la vida. Preferimos cualquier manifestación, aun la más simple, de lo que vive hoy – cualquier intensidad por muy ligera que sea que corresponda a las modas que hoy están en curso –, a eso que la escuela nos enseñó a poner a una distancia insalvable bajo el nombre de las grandes obras del pasado, siempre moribundas, que dejamos al cuidado paliativo de los especialistas, cuyo trabajo monumental de parloteo posee además la dudosa virtud de borrar cualquier deseo de acceder a ellas por nosotros mismos. En cuanto a lo que podría venir y alterar lo que ya hay, nuestras preocupaciones cotidianas apenas nos dejan vislumbrar que mañana quizá sea aún peor que hoy, que el tiempo pasará, pero nada pasará en él. Y entonces vamos directamente a la vida, a lo que vive hoy, a la expresión vital inmediata, y a eso nos agarramos, por muy arbitrario que sea : la realidad, "las cosas como son". Pero el problema, como dice Klee, es que aislar el presente es matarlo, es quitarle todo lo que le podría permitir respirar de un modo más profundo, moverse con mayor soltura en el tiempo y en el espacio, disponer un poco más de sí mismo.

La obra de Kafka, sorprendentemente, nos habla de esta situación con una precisión asombrosa. Pues los artistas a los que no admiramos y a los que no nos adherimos pero sí toleramos, con esa amabilidad mitad irónica, desconfiada por tanto, y mitad real que reclama lo actual, esos artistas profesionales un poco vergonzosos que son los únicos que tienen un lugar asegurado en nuestra sociedad, que practican ese arte que hace tiempo dejó de saberse si era popular o comercial pero que desde luego sólo recibe su valor de lo que recibe de la migaja de lo actual ; esos actores, cantantes, escritores y demás, son en cierto modo el artista del hambre o el artista del trapecio que conocemos en los relatos de Kafka.

El caso de la cantante Josefina es diferente dentro del elenco de artistas kafkianos. Su lugar en la sociedad es incesantemente polémico, no es más que la trayectoria de un devenir que es producto de su lucha, de una lucha constante por sus derechos como artista, por los derechos del arte frente a aquellos que creen que la vida tal como es hoy se basta a sí misma. El arte de Josefina es un arte menor, no un arte menor frente a un arte que sería mayor, el gran arte, sino un arte menor en relación con la vida. El gran arte no deja de olvidarse, de perderse en las leyendas. Pero incluso un arte menor tiene que luchar infatigablemente en la sociedad por su derecho a la existencia. Como si la literatura fuese un poco menos que la expresión vital, que la palabra corriente, la palabra hablada : lo mismo, pero un poco menos ; lo más común, un tono por debajo. Un poco más débil, un poco más aparatosa, algo más enrarecida. Pero con un poder específico : el poder de callarse, la capacidad de no hablar. Tal vez de ahí, de este impoder, podamos partir.

¿ Puede la literatura salvarnos ? No hay hoy pregunta más anacrónica. Y si bien podemos leer en el cuento de Kafka el análisis del canto o la literatura como algo perpetuamente polémico, esto tampoco nos proporciona directamente otra pregunta, una pregunta que sea nuestra, ni la tribuna desde la que formularla. Para comenzar, un paso hacia atrás : desplazarnos al punto donde la polémica es abandonada, donde Josefina nos abandona también. A nosotros. Tal vez desde ahí podamos reformularla, un poco más acá de la vida y del arte. Y antes de recordar quiénes somos mientras escuchamos a la cantante, deberemos ensayarnos en la escucha de su ausencia, comenzar a escuchar tratando de entender algo de ese silencio, el silencio que es huella de la desaparición del arte, de la literatura, o que es indicio que los precede.

El pueblo de Josefina, "nuestro pueblo", no es exactamente un pueblo de ratones, a pesar de la imagen que el título de Kafka proyecta sobre su relato. No encontraremos en él tal pueblo ; sólo, nombrado un instante, un peculiar silencio de ratón. Lo que nos gustaría buscar precisamente es ese silencio de ratón, orientarnos hacia él. ¿ Cómo producirlo con las palabras, mientras se escribe ? ¿ Cómo escucharlo en los textos, mientras se lee ? Desde luego, el ratón es la imagen de la vida, del presente siempre demasiado abundante en inquietudes y peligros que se suceden constantemente, pero también en rostros sonrosados y sonrientes siempre nuevos que reclaman nuestra atención. De ahí que ante esta abundancia ratonil, apenas nos quede tiempo para ocuparnos de otra cosa que de la vida y sus cuidados. Pero tal vez también haya en el ratón un elemento literario, no en su parloteo, sino en su silencio : animal de bibliotecas, donde otra vida crece tal vez al lado de esta, no tan ciega sobre sí misma pero con la existencia nunca asegurada.

Reunirnos de vez en cuando en torno a ese silencio de ratón, débil silencio de la escritura y de la lectura, potente silencio de los que luchan por leer y por escribir, especialmente en los momentos en los que nuestra dispersión extrema conduce casi a que nos ausentemos del mundo, a que en lo actual ya no nos reconozcamos en nada, eso es todo lo que anhelamos en esta revista.

Convocatoria de salida del número de salida


Josefina quiere salir al mundo. Se inclina por la literatura, por la letra errante que circula entre la lectura y la escritura. No teme sino que desea los intervalos y quiere trabajar mucho en ellos, hacer lo que pueda para existir.

Josefina necesita ayuda. Necesita esos poemas, esa prosa desencadenada o emancipada, esos ensayos y experimentos, esas actualidades y esas Historias, esas ficciones y esos artificios anhelantes de verdad, esas imágenes y esos materiales, críticos y soñadores que reunir en estos inicios precisamente partiendo de El deseo de escribir. Apuesta por comenzar por el comienzo, justo ahora. Quisiera llegar a nuestra mesa de trabajo, a nuestro escritorio o pupitre, a la mesa de la cocina, al alféizar de la ventana, al laboratorio, a la fábrica si pudiera, a la calle, a la biblioteca donde encontrarnos y llamarnos aunque no conozca nuestros nombres.

Recibirá y considerará el trabajo de cualquiera que quiera ayudarla en esta dirección: josefinalacantante@gmail.com

Josefina no puede poner condiciones a nuestro trabajo como quien baliza un terreno liso, no lo ha conocido más que en sueños, así que nada sabe de sus condiciones... de trabajo. No le gusta responder preguntas, tiene un carácter delicado y ausente, es que necesita sobre todo nuestra ayuda, que pensemos con ella, imaginemos con ella, la ayudemos a formular, ensanchar, abrillantar, poetizar, hacer posible y necesario eso que quiere, eso que nos pide. Ya nos ha dicho todo lo que sabe. Necesita conocerse a sí misma, y sólo puede hacerlo con NUESTRA AYUDA. Cuando reciba nuestros trabajos se avivará su carácter, querrá y podrá charlar, discutir y trabajar con nosotros.

Nos pide contar con lo nuestro la primera semana de septiembre de 2010, quiere salir en librerías, cafés y oficinas de lectura en papel antes de que el otoño luzca marrón. Todo aquello que reciba más allá de esa primera semana será dirigido a unos oscuros sótanos, húmedos, solitarios y laberínticos. Quién sabe cómo saldrán de ellos. Tal vez pueda liberarlos para otra ocasión en la que, con la ayuda de un número indeterminado e ilimitado de aliados, reúna fuerzas y pueda de nuevo salir, pero el futuro es incierto sobre todo si todavía no hemos comenzado. Ay, quién sabe...