sábado, 7 de agosto de 2010

Noche artificial

El piano comenzó a sonar. La luz se apagó. Suzanne se sintió entonces invisible, invencible y se puso a llorar de alegría. Era el oasis, la sala negra de la tarde, la noche de los solitarios, la noche artificial y democrática, la gran noche igualitaria del cine, más verdadera que la verdadera noche, más encantadora, más consoladora que todas las verdaderas noches, la noche elegida, abierta a todos, ofrecida a todos, más generosa, más dispensadora de buenas acciones que todas las instituciones de caridad y que todas las iglesias, la noche en la que se consuelan todas las vergüenzas, donde van a perderse todas las desesperanzas, y en la que se lava toda la juventud de la horrible mugre de la adolescencia.

Marguerite Duras