sábado, 23 de mayo de 2015
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martes, 14 de junio de 2011
Texto completo "El hilo rojo". Fe de erratas del nº 0 de "Josefina la cantante", texto cortado en pág. 87
Wir hören von einer besonderen Einrichtung bei der englischen Marine. Sämtliche Tauwerke der königlichen Flotte, vom stärksten bis zum schwächsten, sind dergestalt gesponnen, dass ein roter Faden durch das Ganze durchgeht, den man nicht herauswirken kann, ohne alles aufzulösen, und woran auch die kleinsten Stücke kenntlich sind, dass sie der Krone gehören.
Ebenso zieht sich durch Ottiliens Tagebuch ein Faden der Neigung und Anhänglichkeit, der alles verbindet und das Ganze bezeichnet.
Hemos oído hablar de una particular costumbre de la marina inglesa. Todas las cuerdas de la flota real, de la más fuerte a la más delgada, están tejidas de tal manera que un hilo rojo pasa a través del conjunto; hilo que no se puede extraer, sin deshacerlas todas, y por el que, incluso en los fragmentos más pequeños, es reconocible su pertenencia a la corona.
Del mismo modo, se dibuja a través del diario de Ottilie, un hilo de inclinación y afecto que enlaza todo y caracteriza el conjunto.
Goethe, Las Afinidades Electivas.[1]
El instante fértil y el instante preñado
Hemos oído que existe un instante que el artista escoge y que contiene el todo.
Sobre ese instante teorizó Goethe a partir de una idea de Lessing, dramaturgo de la generación inmediatamente anterior. Lessing, en su Laocoonte o sobre los límites en la pintura y la poesía, califica tal instante de “fruchtbar Gesichtspunkt”, instante fértil. Dice así: “En la Medea no escogió el preciso instante en que ella degüella a sus hijos, sino el momento anterior, aquel en que el amor maternal lucha todavía con los celos”.[2]
Un escritor, como un escultor, se enfrentará a múltiples elecciones: en qué momento entra la trama, qué rasgo de sus personajes mostrar, qué ocultar, y de entre estas elecciones, algunas pueden llegar a cristalizar en el “instante fértil”.
Barthes le llamará dos siglos después “l'instant prégnant”, instante preñado. Instante de “máximo rendimiento de sentido y placer”, “un jeroglífico en el que se puedan leer de una sola ojeada, presente, pasado y futuro”.[3] Pero pese a que el adjetivo preñado es un adjetivo más visual – la hinchazón, parir – creo que es más adecuado el adjetivo fértil, porque la preñez tras un parto finaliza, mientras que lo fértil no termina cuando da fruto. ¡Muy al contrario! Vuelve a reproducirse, múltiples reproducciones, algunas más artísticas y otras de hijos malformados.
Las reproducciones
El rote Faden, el hilo rojo en el diario de Ottilie, se convirtió pronto en un saber común. Las afinidades electivas era una novela famosa. El hilo rojo pasó al habla alemana, y aun hoy en día permanece. Significa “el hilo conductor”, el tema sobre el que se vuelve una y otra vez en una película o en un libro.
Una primera reproducción de este hilo, la ejecuta melódicamente Freud, en su libro El Chiste, y su relación con el inconsciente. El libro está lleno de ejemplos de chistes. Un alto miembro de la política, el señor N, hace un juego de palabras para atacar a un articulista plomizo, uniendo el rojo pelo del atacado con Faden, hilo, y fad, insulso. Dice Freud, sugerentemente inquieto: “El enlace entre el juicio denigratorio sobre el aburrido historiógrafo y el bello símil de Las afinidades electivas tiene que haberse producido aquí, por razones que todavía no puedo explicar, de una manera menos simple que en muchos casos parecidos”.[4]
El hilo rojo de ser fértil pasó a ser prostituible: las empresas lo utilizan para hablar de sus directivas, en Hannover hay una línea roja que marca el itinerario turístico, etc. Están sacudiendo lejos de sí toda belleza, por eso utilizo el verbo prostituir. Es una imagen tan connotativa y preñada de referencias míticas – el hilo, el destino, que es fácil que cada uno le coloque lo que quiera.
Confieso haber añadido mi propia gota a este vaso de promiscuidad. Para mí el hilo rojo tiene el siguiente significado: un hilo que se establece entre los ejemplos literarios, o cinematográficos, que un autor suele meter en un texto filosófico. En las explicaciones más áridas, el filósofo atraviesa puntadas placenteras, que significan para él emoción y belleza. El hilo de los ejemplos hace que sienta inclinación y afecto hacia el autor, y me ayuda a seguir leyendo a su lado, más a su lado.
El símil
Un símil no se considera muy bella figura. Cuando uno quiere ser lírico acude más a la metáfora. El símil, en cambio, desde el punto de vista retórico, es didáctico, establece una tesis: “Esto es como esto otro”. El símil, a diferencia de la metáfora, exige la presencia de los dos términos que se comparan, el término ficticio y el término real.
Un gesto llamativo, en la estructura de este símil, es la inversión de los dos términos. Normalmente sería “los dientes de C son como perlas”. Pero en este caso, Goethe, nos habla primero del hilo rojo real “hemos oído hablar de…”, y luego del ficticio “del mismo modo…”. Este orden inverso prioriza el término real, es decir, un hilo rojo, como el que todos tenemos en el costurero.
El hilo y la cuerda
No pude acceder al cordaje de la marina inglesa, pero sí a un hilo rojo. Cualquiera que intente coser, intente bordar, sabrá cuál es el baile entre su cuerpo y el hilo. El hilo hay que estirarlo, hay que juntar los labios para enhebrarlo, tirar de él, romperlo con los dientes, también a veces uno se pincha, hay sangre. Las manos, los dedos, las yemas, las uñas empujando, la boca, los labios.
Esto en el extremo, digamos, femenino del término, en otro está la marina inglesa. Sabemos lo que es el cordaje de un barco, hay que tirar, enrollar; a veces la cuerda levanta la piel, la roza, cuando va muy rápido quema las palmas de las manos, se enreda, alguien cae al agua o alguien se ata para no caer. El mismo baile en un formato más grande: el cuerpo y el cordaje.
Quise probar este baile, pensé en bordar. Pero no sé bordar. He pedido a Julia, una gran amiga, que escriba con hilo y ella me ha mandado por correo un pañuelo doblado en dos. Abrirlo descubrió el precioso bordado que ilustra este artículo. También la fecundidad del hilo rojo se desborda una vez más, pues Julia tuvo que escribir un texto, nacido de este pañuelo.
Todo esto me proporcionó una gran felicidad. El hilo rojo ha sido muy generoso.
El color rojo
La otra realidad del hilo rojo es que es rojo. Goethe escribió una Teoría de los colores. Para Goethe existe un rojo muy particular, un rojo puro al que llama púrpura “en atención a su dignidad elevada”. El libro está lleno de experimentos químicos o físicos, y menciona ciertas combinaciones amarillas o azules que a partir de un nivel de turbiedad llegan a la exaltación hacia el rojo “dos opuestos se aproximan entre sí y terminan por fundirse”.[5] Este púrpura expresa para él la más serena dignidad y alegría, un color para la juventud y para la vejez.
Las afinidades iniciales
Para terminar no tengo más remedio que hablar de una tensión. En Las afinidades electivas el hilo rojo no es la única imagen poderosa. Tiene un rival. La imagen que da pie al título de la novela.
Piense usted en una A que esté íntimamente ligada con una B, de suerte que no pueda separárselas con múltiples medios ni con mucha violencia. Imagine usted una C que se halle en idéntica relación respecto a una D; ponga usted luego a ambas parejas en contacto. A se lanzará sobre D y C sobre B, sin que se pueda decir quién abandona primero a quién, quién es la primera en unirse nuevamente con la otra.[6]
A, B. C y D son personajes, la novela trata sobre una disolución matrimonial. Esta tesis se expone como un destino o una provocación antes de la llegada del cuarto personaje, D, que es Ottilie, la señorita del diario.
Cuando me planteé bordar, recordé la herencia de una tía abuela: modelos de bordados. Son papeles con dúos de letras modernistas, las dos iniciales de los apellidos de los cónyuges. Modelos para copiar al bordar sábanas o manteles, para el matrimonio. Allí estaba ese material y también lo ofrezco como ilustración. A con B, A con D, B con C.
Lo bello en su velo
Todo lector recuerda por una parte las afinidades químicas, y por otra el hilo rojo del diario de Ottilie. ¿Cuál podía ser el lugar de cada una, y cuál su tensión? Walter Benjamin, escribe tres ensayos excelentes sobre las afinidades electivas, y al final, se extiende sobre la belleza de Ottilie: “lo bello no es ni ese velo ni el objeto velado, sino que es el objeto en su velo”.
Pero él insinúa algo más, a través de Bettina. Bettina fue un personaje que parece inventado, una muchachita que admiraba a Goethe y era a su vez admirada. Publicó a la muerte de Goethe sus cartas, en parte ficticias, en el Epistolario con una niña. Esto dice Benjamin, citando una carta de Bettina de 1809: “Ahí toca Bettina, con seguridad incomparable, la más íntima correlación: «Estás enamorado de ella, Goethe, ya hace mucho tiempo que lo sospecho; esa Venus ha salido del mar embravecido de tu pasión, y una vez ha esparcido una simiente perlada de lágrimas, desaparece de nuevo en medio de un resplandor ultraterreno»”.[7]
Goethe necesitó para empezar a escribir hallar una imagen fértil, y fue la tesis de las afinidades químicas: “Piense usted en una A que esté íntimamente ligada con una B…”
Pero para continuar escribiendo necesitó el hilo rojo de Ottilie, estar enamorado de Ottilie, y esto es lo realmente constituye un hilo de inclinación y afecto que recorre la novela: El amor de Goethe por su personaje. Necesitamos fuerza para empezar a escribir, pero también fuerza para continuar escribiendo y terminar.
Goretti Irisarri Vázquez
[1] Goethe, Johann Wolfgang, Obras Completas II. Las Afinidades Electivas, Santillana, Madrid, 2003
[2] Lessing, Gotthold Ephraim, Laocoonte o sobre los limites en la pintura y la poesía, Ediciones Folio, Barcelona, 2002
[3] Barthes, Roland, Lo obvio y lo obtuso : imágenes, gestos, voces, Paidós, Barcelona, 1995
[4] Freud, Sigmund, El chiste y su relación con lo inconsciente, Alianza, Madrid, 1981
[5] Goethe, Johann Wolfgang, Obras completas. Tomo 1, Miscelánea : Teoría de los colores. Poesía. Novela, Aguilar, Madrid, 1987
[6] Goethe, J. W. , Obras Completas II. Las Afinidades Electivas.
lunes, 30 de agosto de 2010
sábado, 7 de agosto de 2010
Noche artificial
sábado, 24 de julio de 2010
Formas en el aire
Como si los instrumentistas, estuvieran menos tocando la pequeña frase que ejecutando los ritos exigidos por ella para aparecer, y procedieran a los encantamientos necesarios para obtener y prolongar algunos instantes el prodigio de su evocación, Swann, que no podía verla como si hubiera pertenecido a un mundo ultravioleta, y que la degustaba como el refresco de una metamorfosis en la ceguera momentánea que le sacudía al acercarse a ella, Swann la sentía presente, como una diosa protectora y confidente de su amor, que para poder llegar hasta él entre la multitud y llevarle aparte para hablarle, se hubiera revestido del disfraz de esta apariencia sonora. Y mientras que pasaba, ligera, calmante y murmurada como un perfume, diciéndole lo que tenía que decirle y de lo que él escrutaba todas las palabras, lamentando verlas levantar el vuelo tan rápido, hacía involuntariamente con sus labios el movimiento de besar al pasar el cuerpo armonioso y fugitivo.
jueves, 15 de julio de 2010
Amistades
lunes, 12 de julio de 2010
Intenciones de Josefina
Pero tal vez esta tarea asignada al arte por un artista que no nos precede demasiado en el tiempo nos resulte incluso demasiado lejana. Pocas cosas parecen hoy más seguras que el hecho de que el arte se encuentra en una relación de extrema minoría con respecto a la vida. Preferimos cualquier manifestación, aun la más simple, de lo que vive hoy – cualquier intensidad por muy ligera que sea que corresponda a las modas que hoy están en curso –, a eso que la escuela nos enseñó a poner a una distancia insalvable bajo el nombre de las grandes obras del pasado, siempre moribundas, que dejamos al cuidado paliativo de los especialistas, cuyo trabajo monumental de parloteo posee además la dudosa virtud de borrar cualquier deseo de acceder a ellas por nosotros mismos. En cuanto a lo que podría venir y alterar lo que ya hay, nuestras preocupaciones cotidianas apenas nos dejan vislumbrar que mañana quizá sea aún peor que hoy, que el tiempo pasará, pero nada pasará en él. Y entonces vamos directamente a la vida, a lo que vive hoy, a la expresión vital inmediata, y a eso nos agarramos, por muy arbitrario que sea : la realidad, "las cosas como son". Pero el problema, como dice Klee, es que aislar el presente es matarlo, es quitarle todo lo que le podría permitir respirar de un modo más profundo, moverse con mayor soltura en el tiempo y en el espacio, disponer un poco más de sí mismo.
La obra de Kafka, sorprendentemente, nos habla de esta situación con una precisión asombrosa. Pues los artistas a los que no admiramos y a los que no nos adherimos pero sí toleramos, con esa amabilidad mitad irónica, desconfiada por tanto, y mitad real que reclama lo actual, esos artistas profesionales un poco vergonzosos que son los únicos que tienen un lugar asegurado en nuestra sociedad, que practican ese arte que hace tiempo dejó de saberse si era popular o comercial pero que desde luego sólo recibe su valor de lo que recibe de la migaja de lo actual ; esos actores, cantantes, escritores y demás, son en cierto modo el artista del hambre o el artista del trapecio que conocemos en los relatos de Kafka.
El caso de la cantante Josefina es diferente dentro del elenco de artistas kafkianos. Su lugar en la sociedad es incesantemente polémico, no es más que la trayectoria de un devenir que es producto de su lucha, de una lucha constante por sus derechos como artista, por los derechos del arte frente a aquellos que creen que la vida tal como es hoy se basta a sí misma. El arte de Josefina es un arte menor, no un arte menor frente a un arte que sería mayor, el gran arte, sino un arte menor en relación con la vida. El gran arte no deja de olvidarse, de perderse en las leyendas. Pero incluso un arte menor tiene que luchar infatigablemente en la sociedad por su derecho a la existencia. Como si la literatura fuese un poco menos que la expresión vital, que la palabra corriente, la palabra hablada : lo mismo, pero un poco menos ; lo más común, un tono por debajo. Un poco más débil, un poco más aparatosa, algo más enrarecida. Pero con un poder específico : el poder de callarse, la capacidad de no hablar. Tal vez de ahí, de este impoder, podamos partir.
¿ Puede la literatura salvarnos ? No hay hoy pregunta más anacrónica. Y si bien podemos leer en el cuento de Kafka el análisis del canto o la literatura como algo perpetuamente polémico, esto tampoco nos proporciona directamente otra pregunta, una pregunta que sea nuestra, ni la tribuna desde la que formularla. Para comenzar, un paso hacia atrás : desplazarnos al punto donde la polémica es abandonada, donde Josefina nos abandona también. A nosotros. Tal vez desde ahí podamos reformularla, un poco más acá de la vida y del arte. Y antes de recordar quiénes somos mientras escuchamos a la cantante, deberemos ensayarnos en la escucha de su ausencia, comenzar a escuchar tratando de entender algo de ese silencio, el silencio que es huella de la desaparición del arte, de la literatura, o que es indicio que los precede.
El pueblo de Josefina, "nuestro pueblo", no es exactamente un pueblo de ratones, a pesar de la imagen que el título de Kafka proyecta sobre su relato. No encontraremos en él tal pueblo ; sólo, nombrado un instante, un peculiar silencio de ratón. Lo que nos gustaría buscar precisamente es ese silencio de ratón, orientarnos hacia él. ¿ Cómo producirlo con las palabras, mientras se escribe ? ¿ Cómo escucharlo en los textos, mientras se lee ? Desde luego, el ratón es la imagen de la vida, del presente siempre demasiado abundante en inquietudes y peligros que se suceden constantemente, pero también en rostros sonrosados y sonrientes siempre nuevos que reclaman nuestra atención. De ahí que ante esta abundancia ratonil, apenas nos quede tiempo para ocuparnos de otra cosa que de la vida y sus cuidados. Pero tal vez también haya en el ratón un elemento literario, no en su parloteo, sino en su silencio : animal de bibliotecas, donde otra vida crece tal vez al lado de esta, no tan ciega sobre sí misma pero con la existencia nunca asegurada.
Reunirnos de vez en cuando en torno a ese silencio de ratón, débil silencio de la escritura y de la lectura, potente silencio de los que luchan por leer y por escribir, especialmente en los momentos en los que nuestra dispersión extrema conduce casi a que nos ausentemos del mundo, a que en lo actual ya no nos reconozcamos en nada, eso es todo lo que anhelamos en esta revista.